viernes, diciembre 24, 2004

Noche de Paz

Esta hermosa canción en su original en Alemán.

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Alles Schläft, einsam wacht
nur das traute, hochheilige Paar
holder Knabe in lockigen Haar
Schlaf im himmlischer Ruh'!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Hirten erst, kungemacht
Durch der Engel Halleluja
tönt es laut von fern und nah:
Christ, der Retter ist da!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Gottes Sohn, o wie lacht
Lieb' aus deinem göttlichen Mund
da uns schlegt die rettende Stund
Christ, in deiner Geburst!

Pronunciación: Sch - sh V-f J-i Ch-j W-v Ei-ai Ie-ii (Quizá muchos no supieran que la marca se pronuncia "Folksvagen", y el científico "Ainstain")

martes, diciembre 21, 2004

Template modificado

Bueno, ya que trabajé un montón para modificar el template, vamos a mandarnos un poco la parte.
Nótesen las tipografías Fette Fraktur de "Reciente" y "Archivo", que han sido traducidos. Nótese también la sección "Vínculos", antes inexitente . La pucha que sirve tener un querido viejo informático, que le enseña a uno cosas tan esotéricas como el XML ...

Los originales de los dibujos están disponibles para el que quiera modificar su template, que con mucho gusto lo ayudaré. Incluso me divierte hacer esto así que si alguno quiere algún tipo especial de fuente, o alguna imagen particular, con mucho gusto lo prepararé.

Puedo hacerle muchas cosas más a la página (así como también saqué el perfil cuya fuente y estilo molestaba). Todavía no terminé de descubrir todo el lenguaje de este XSL en especial, que es por suerte un HTML modificado. Además es bastante cansador. Pero por lo que ví, puedo hacer todo lo que quiera, absolutamente, estando el código completo a mi disposición.

Bueno, saludos a todos, y repito, si alguien quiere ayuda para personalizar su blog, para eso estoy.

lunes, diciembre 20, 2004

For my sweetheart

I really think is too bad for she... and I apollogize for that. Someday I'll write a good one for you

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I was lost in the dark
that reign in my life;
There were times of shadow
and mist in the earth
where I have flew, swallow
and found no spring yet

Oh, you, snowy-white
light for my tired eyes!
Oh, you, illusion, sun
it is for me your bright?

Don’t you’re a phantom soul
ethereal as the fire’s flame?
Don’t you are, I ask, I claim
the One that I have seek for long?

Shadow, ghost, whatever goes!
I’ll love you until my eyes get closed
Bright, arise, shine with the Sun
if this is no spring, no spring will come!

Duende y Hada

Advertencia: Este cuento lo escribí con insomnio a las ocho de la mañana. No me parece prudente llamarlo cuento: descripción o delirio sería más adecuado. Cómo le dije a una amiga, cuando tengo insomnio es cuando soy más sincero, y más confuso. No sabía como terminarlo, ya que la línea del cuento da para hacerlo eterno (que me gustaría). Critiquen sin miedo.

Las infinitas "Y" son a propósito. Probablemente sean molestas.

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Una vez, en un profundo bosque, un duende vivía en lo alto de un verde roble. Su árbol crecía en una hinchazón del suelo cubierta de musgo, como casi todo el bosque, cuyo techo no hendían los rayos del sol. Vivía entre la corteza y el tronco, en todos los rincones en los que se pudiera acomodar. Gusanos, pájaros carpinteros y otros bichitos eran su compañía. Pues tal era el bosque, tal su color: verde. Pero no un simple verde: un verde profundo, oscuro, cambiante, oro a la luz del sol que jugaba en los arabescos. El duende no tenía nombre, ni nada por allí lo tenía; porque los nombres los ponen los hombres, o los elfos, o cualquier criatura que se habla con palabras. Pero el duende no hablaba.

Las hojas se doraban en otoño. Luego, se ruborizaban. También el duende, enamorado de un hada que vivía en un abeto cercano, que no conocía el otoño. Y él iba a vivir con ella en el invierno, cuado su árbol quedaba desprotegido. Entonces los rayos quemantes del Sol penetraban sin freno, pero en esa fría época el cielo era casi siempre gris, y el frío se mitigaba entre las agujas del abeto, bajo la nieve, en el abrazo del hada.

Era ella un hada. No vivía en la corteza, pues no amaba tanto los gusanitos, y prefería las hojas, e incluso los rayos del sol, que gustan más de las copas de los abetos. Cantaba, cuando el tiempo era cálido, y las aves trinaban por doquier. Había algunas flores en el bosque, que asomaban entonces su color al rocío; y una niebla áurea bajaba de los plátanos y de todas las plantas cuyos pólenes y polvillos arrojaba al aire la brisa. Pero entonces volvía el duende a su árbol, a crecer con él mientras crecía, a alabar cada nueva veta de viva madera, cada hoja desde brote. A mirar la vida, y dejarse llevar, asombrado. Pues tal era el sentido de su existencia.

Mirar, sin manchar. Bailaba por la madera, subía con la savia y volvía a bajar, hasta la fría raíz, donde la noche era eterna. Y aprendía de la raíz como soportaba en paz la oscuridad, y lanzaba sus ramas a la luz. Allí había mil secretos que el duende desvelaba, y olvidaba, pues amaba contemplar, y volver a hacerlo; y no deseaba apoderarse de nada. Subía a la superficie llevada por las hormigas, que no notaban su peso. Allí paseaba un rato por el bosque de trébol que crecía, y el musgo le acariciaba los pies. Algunas veces ella venía a su encuentro sobre la musgosa hierba; y allí los veían las hormigas, porque ellos sabían que eran felices de verlos.

Volvía al serenarse sobre la roca, atento a los nudos, a las suaves rajaduras de la corteza. Las hojas volvían a la vida. Verdes, frescas y doradas, de una magia tal que esas tres cosas podían ir juntas. Y pasaba largos días sobre el frío granito, que el musgo cubría del verde que el duende más amaba. En la noche subía en alas del búho que tenía su nido en lo más alto de la copa. Allí se elevaba, sostenido entre las ramas, tumbada hacia atrás la cabeza, los ojos reflejando las estrellas del cielo. Y pasaba la noche en contemplarlas. Y veía en ellas toda la belleza de su hermosa hada, que era pura y distante, pero cálida y hermosa. Y les componía poesía sin voz, sin palabras que la atasen burdamente. Les hablaba en ella de su hada, y las comparaba, y recordaba aromas y flores, y trinos dorados.

Y algunas veces bajaba al abeto, donde la encontraba durmiendo, dulce y frágil, cayendo como en una cascada sus dorados cabellos por entre las hojas. Era su lecho un lecho de hojas, y las puntas del abeto no le hacían daño, sino que se curvaban bajo su pecho. Y él la miraba horas enteras, envuelta en su suave aura. Y pasaba entre las hojas del abeto, pues amaba como lo atravesaban, y quería saber que sentía allí su hermosa hada.

A veces llovía, y esos días de melancolía eran tan hermosos, que el duende unía sus lágrimas a las del cielo, y se emocionaba al oir el trueno. Su hada lo buscaba entonces, y la abrazaba mirando el cielo, sentados entre las ramas. A veces eran grandes tormentas, y el viento atacaba violento, y el duende se exponía a él, sintiendo su frío y su poder; pero otras veces llovía poco, y el cielo gris era claro. Y entonces él y su hada bailaban en el aire, dando vueltas sobre el bosque.

¿Seguirá allí viviendo el duende?

¿Seguirá allí estando el bosque?

¿Seguirá amando a su dulce hada?

Porque él no vivía en el tiempo, y todo su mundo es eterno. Fluía la vida, pero no se estropeaba, y crecía, y el duende estaba siempre atento. Viviendo en sueños. Pues él y su hada no distinguen una cosa de la otra, y la vigilia es hermosa, y en su alma es la natura la herrera de maravillas. Podían ver la maravilla en cada suceso, en todo crecer un acto de amor. Al germinar la nueva semilla, al florecer la nueva flor; al crecer lento las plantas, al despejarse los cielos. Cuando tocaba el sol con sus rayos la hierba, cuando el viento traía aromas y colores. Cuando, tras la noche oscura, el Sol salía en todos los rincones.

Poesía III


Cuando los versos escribo
y mis sentimientos trazo
siento dejarlos de lado
en manos de un asesino;
que así el papel que embellece
la pluma que sobre él danza
toma, del corazón que lanza
la sangre, que es tinta y savia
de mi amor y mi desgracia

¿Qué queda en mi pluma cruel
que abres en mi mano heridas
por la que la sangre filtras
y vuelcas en el papel?
Sólo mis penas de amor
que ya a han tomado color
para ser el regocijo
de otras almas, que la mía
aún con penas, ya sin tinta
ha entregado su dolor

¡Seco ya mi corazón!
Sin más sangre que entregar
sin simiente del crear
que dé frutos en canción

Y ya enfrente de ella
ya no queda loco amor
que me devuelva el valor
de arriesgar hasta el final

"¿A qué", digo yo, cobarde,
"si no la amo de verdad,
si ahora que aquí está,
todo me tira hacia atrás?"
Pues ahora sé pluma cruel
que al tomar de mi mi ser
mi sangre te da la vida
quitándome a mi la mía
por un mundo imaginado
mundo de sueños creado
y vivos en un papel.

¡Viviré ahora, has de ver
que nada ya robarás,
y en breve me entregarás,
ciento por uno que dí!
¡Viviré, ya lo has de ver,
que en breve, ya que entendí
ella lo ha de saber!

Poesía II

No me quieres... ¿y eso qué?
algún día me querrás
y si en verdad no lo harás
que el corazón se desangre
que ya lo siento partido
cura no sé si tendrá
¿Qué bálsamo le pondrá
el amor que lo ha herido?
Si no eres tú no habrá,
quien lo cure, quien lo salve;
si yo he escrito con sangre
con lágrimas escribo ya.

¿Vale la vida tanto,
si el único amor se va?
Rocío de miel has sido;
rocío de hiel serás
y rocío llegarás,
helándome en las mañanas
que si yo antes lo amaba
ahora lo amo aún más
Se ama la muerte... ¿Lo sabes?
Sueños son sus embajadas
condensados en la noche
echan vuelo en las mañanas.

Poesía I


En los resquicios del castillo
yacen las oscuras sombras
bajo arcos y bóvedas
fluyen humores de abismo.
Crecen flores en sus suelos
trepan hiedras en sus techos
las raíces, como picos
abren fosas en los pisos.

Muchos toscos adoquines
ha arrojado un manantial
en la sala principal
nutre el agua fresca y clar
vida, bosque, verde altar.
En cada tronera, un nido
en cada patio, un jardín
cantos y trinos sin fin
de aves blancas en los pinos
entre plátanos y tilos
aroma a flores, luz solar

¡Altas y negras pizarras
véis sin dolor vuestra ruina,
el acecho en cada esquina,
de la artera gravedad!
¡No habéis caído aún!
Pues sin duda sabéis
que cayendo arrastraréis
mil destellos de colores
mil aromas, diez cantores
que su nido han consagrado
a vuestro seguro amparo
y así al anochecer
no temen por sus pichones
¡Velad por ellos, vos pues!

¡Oh castillo de estas tierras!
¿Más bello aún puedes ser?
¿Cómo fuiste antes de ayer?
¿Dónde está la antigua gloria
de los cantos, de las armas
de los señores de bien?
¿Ya no existen, fortaleza?
¿Hay valor entre los hombres?
¿Sólo aves, sólo flores
dignos son de tus salones?
¡Ay de mi, mal poeta
que soy hombre, y no podré
acercarme en mi tristeza
y entre lágrimas de amor,
entre cantos de dolor
a tu espléndida belleza!
Acepta mis versos, y así,
algo he de recibir,
que consuele mi alma estrecha.