martes, julio 26, 2005

Adoración

El brillo inmortal de la luz áurea no es un engaño de los sentidos colmados de dulzura.

Brilla y se eleva como una estrella. El faro de la luz astral. Se alza sobre el horizonte y lanza su viento sacudiendo las copas de los robles y agitando las capas y los cabellos dorados alrededor.
Su luz riela sobre la hoja blanca de mi espada, y destella en tus ojos carmesí.

Domina el cielo y nos penetra, da calidez y poder. Agita el espíritu y su principio de vida sacude nuestros himnos de gloria.

Sólo otra manifestación de Dios.

¡De rodillas!

miércoles, julio 13, 2005

Nupcia Pagana

Y en medio del camino, deteniendo el andar, se alzan las marcas de mi fe.
Los pilares inmortales de mi fantasía.

Mi capa henchida en derredor, me aparto de la tierra. Desde el suelo nos observan miles de criaturas, grandes y pequeñas, que salen del bosque y forman círculos en el claro. Tienen voces poderosas. Muchos cantos guerreros, muchas alabanzas de victoria son cantadas superpuestas por sus coros.
Y allí en medio nos elevamos, como si sus círculos se hubieran reunido a adorar nuestro fuego. Yo alto, flameante y dorado. Tú también, adelante de mi, hermosa y terrible. Los rastros de nuestros movimientos son juegos de luces en el aire, caleidoscopicos y dorados, estelas de la danza ígnea.
¡Ven! Allí abajo nos observan, y cantan nuestra altura y poder. Sólo nosotros podemos distinguirnos los rostros.

Muevo una nube y hacemos tormenta. Los rayos encienden piras de árboles para delicia y terror de las criaturas.
Alzas una ráfaga y hacemos huracán. Allí se acaban los incendios, pero la hierba y aún la tierra son arrastradas, y todo lo que hubiera sobre ellas.
Cantamos nuestros hechizos por encima de los truenos, desplegamos una y otra vez nuestro poder ¡Ningún pavo real ha ostentado tan hermosas galas nupciales!

Tu cabello y el mío se agitan. Forman olas y trazos de meteoro. Ya casi nada hay para las fascinadas criaturas que se desplegaron en el claro: sólo ven luces y se encandilan. Y oyen sus coros y ensordecen.

Ya desplegamos las nubes de nuestra magia. Te miro los ojos llenos de reflejos, desbordados de lágrimas de deseo. Antes de que el mundo acabe, volemos hacia el centro de la hoguera. Y allí lancemonos nuestra fuerza, desgarremos la tierra más que los volcanes, ¡qué las llamas solares perezcan, sufran de la envidia al contemplarnos!

sábado, julio 09, 2005

Poema XIII

Quiero evocar su recuerdo
y en lo demás acallar mi mente.
No recordar mis temores
ni menos aún mis errores.
No pensar en si sus palabras
me dan esperanza o me dejan ilusión
Si es lo que es, entonces ha de venir
sólo se que no lo sé aún yo.

¡Ven recuerdo dulce!
Supera el tormento de mortal
el tormento de lo ansiado y lo esperado
lo deseado más que una vida
lo único que podría cerrar la herida
y que de faltar, la agigantaría.
¡Ven aún!, no sé si esperanza
no se puede vivir de ella,
ven aquí, fantasma de dulzura
y acompañame solo una noche de ilusión
la realidad mostrará la verdad
la oscuridad que yace perenne tras su velo
y no me quedará defensa ¡ninguna!

Cuando me anime, todo acaba;
esperanza, fé, ilusión y vida
la mia no lo vale, la mía es vacía,
sólo con ella la desearía.

De verla muero, no por verla
sino por temer dejar de tenerla
de temer que mi esperanza
se ría de mi y me deje desnudo
en el mundo que es oscuridad y agujas
peñascos traidores para el viajero ciego
Y por eso el amor lo ilumina en su mente
haciendo que crea ver donde no hay luz
mucho más fuerte será la risa del malvado
cuando el inocente encuentre la piedra.

Si llega a no estar, si tal vez es verdad
que la valga, que me quiera
¡temo no estar, de tanto sufrir, preparado siquiera!
¡Que dulce muerte! ¡Cómo la ansío!
Morir solo de saber que ella... ío.

Poema XII

Todas mis ideas, para ella
Todos mis pensamientos, para ella
también mis sueños ante su ara,
¡Tal vez entonces la merezca!

viernes, julio 08, 2005

Poema XI - Kagirinai Hodo

Voy a tomar el arco
poner a mi espalda el carcaj
ajustar la capa a mis hombros
subir la capucha, atar los zapatos
envainar la espada al costado,
y encender la punta de mi vara.

El primer paso lo doy
sobre el camino frente a mi puerta
mientras aún está abierta
me detengo a ver el sol.
El atardecer es,
la lumbre fiel del peregrino,
que deja atrás tierras y tierras
buscando un sol más brillante
una hierba más verde
un bosque aún más profundo
y estrellas ardientes.

Hay numerosas posadas,
hay numerosos pueblos
muchos malvados para mi espada
mucho césped para mi almohada
muchas señales para mi magia.

Cuando la noche me sorprende
y hallo una caverna oscura
el sol que invoco entre mis manos
troca la sombra en penumbra.

Y mientras haya camino
siguiendo el sol poniente
cabellos y capa en el viento
vara en las manos heridas
seguiré marchando sin prisa
¡Ya, no molestéis, no veré todo el mundo!
Me detendré con la muerte.