martes, julio 26, 2005

Adoración

El brillo inmortal de la luz áurea no es un engaño de los sentidos colmados de dulzura.

Brilla y se eleva como una estrella. El faro de la luz astral. Se alza sobre el horizonte y lanza su viento sacudiendo las copas de los robles y agitando las capas y los cabellos dorados alrededor.
Su luz riela sobre la hoja blanca de mi espada, y destella en tus ojos carmesí.

Domina el cielo y nos penetra, da calidez y poder. Agita el espíritu y su principio de vida sacude nuestros himnos de gloria.

Sólo otra manifestación de Dios.

¡De rodillas!