lunes, marzo 06, 2006

Orbita mare

¡Ay, oscuridad que yaces mezclada con los acordes de mi alma y de los instrumentos dulces que llenan mis oídos! Te siento por todo mi ser, me siento resonar, pues en verdad son las vibraciones como ondas de mi océano, profundo y reposado, lleno de armonías de la noche, ocultas y frescas, siempre nuevas y maravillosas.

Quiero sentirme en tus ondas desgajarme y dejar mi rastro como un barco que zurca las aguas y deja la estela, como una balsa movida por una leve perca en la oscuridad, quebrando la riela de una luna sin manchas en mi océano sepultado.

¡Imagina como serán las profundidades en donde se hallan los pilares del mundo! ¡Imagina el infinito horror de estar perdido en su seno, entre estalactitas abismales, en cavernas capaces de devorarse enteras a las ciudades!
Me veo caer por entre las grietas del mundo hacia las profundidades, y veo como, como un ángel que perdió sus alas, me zambullo en el agua helada de un océano que no conoce el sol. Siento con asombro la vida de aquellos que jamás han visto un atardecer, que no conocen las estrellas, que no saben lo que es la brisa, sino que viven entre ondas que ellos mismos provocan y la única luz que sienten alguna vez es el terror de la lava que hace y deshace las formas de la tierra.

Y allí esas ondas son música, intrumentos que no vibran ásperamente como una cuerda, sino que son agua, agua que se agita dulcemente y donde las armónicas de la nota principal son luces de todos los colores, brillantes como un arcoíris quebrado de mi nota, de mi voz...

Algo quiere llevar a mi espíritu lejos de las fosas donde me siento descender, pero no lo logra, sino que es como un lastre que me llevara hacia arriba. Yo he de hallar mi camino a la superficie... no sin antes haber pasado por el centro de la tierra.