jueves, febrero 24, 2005

Poesía V

Bueno, la IV está siendo arreglada... Por eso sigo con esta. Luego de completa la publicaré.


Cae con el día el sol
los rayos postreros alumbran
líneas de fuego y penumbra.
Siguiendo lento el camino
voy entre los musgos yo

Aún la noche no vino
gustan del cielo mis ojos
de los hilos temblorosos
que como lanas de ovino
trazan nubes en lo alto.

Me detengo, al pie del árbol
refugio de mi ave amada
que canta todas las noches
y vuela en las mañanas.

El canto sigo de las voces
que trinan en suaves nidos.
He de recordar mis niños
que esperan allí, al fin del camino.

He de recordar mi hogar
sin ansiar mayor premura
ante la fresca negrura
mi alma vuelve a besar
las estrellas dejadas
por el pincel celestial.

A cada paso me acerco
a la pequeña cabaña
toda de madera buena
y chimenea naranja
donde arde leña seca.

Luego de charla apacible
de relatos de otro día
el lecho para los niños
y nupcias a los amantes...
Y el sueño, largo y rendido
hasta la luz del levante.

Lux et Umbra

“¿Qué he de hacer? ¿A donde he de partir?

Es que la huída no es salida ¡Oh Dios! Atrapado en las tinieblas” Ya no las sabía, por cierto, si por dentro o por fuera de sí. La húmeda prisión goteaba hielo. Oía las rocas quejarse al ser partidas... y ¿cuánto habría de resistir, si la tormenta destruía las rocas?

Una vez destruída la prisión, afuera reinaba el vértigo, en un vendaval inefable. Tal vez se arremolinaban las estrellas ante la fuerza de tan imponente ira.

Pero la luz brillaba en alguna parte, y un canto, que acariciaba el alma con una armonía que no se perdía. Entre las sombras, la luz es triunfadora. Tal vez no alumbre los rincones sombríos, pero aquellos que no cierren sus puertas, la hayan frente a ellos, en todo ellos.

“¿Me has visto, tu ángel de salvación en las tinieblas que te has inmerso? Oh, tú no sabes los caminos que esta tu luz ha recorrido, y como en obra divina aquél que supera su debilidad ofrece a otros desesperados la mano al borde del abismo, la fortaleza no inmaculada, pero triunfante por los siglos.

“¡Mírame y búscame, alma en quiebre! Yo he superado lo que tu sufres ¡Y tú lo harás en gracia de ello!”

“¡Oh ángel de luz! ¿Puede ser cierto lo que veo? ¿Puede tu belleza arrobarme de esta forma? Las lágrimas corren por torrentes, pues mi sorpresa no puede ser más grande; y peno por mi debilidad, por mis faltas... ¡Y aún así me abres un camino!”

“¡Oh triste penante! También se han derramado lágrimas por ti. Déjame cubrirte con mis alas, cuya caricia no sabe ninguna mano de madre, no ha dado a su amado ningún amante.”

“Cúbreme de la tempestad que arrecia”

“En peligro está tu alma” su rubia melena cubría sus espaldas. ¡Y ojos como aquellos, de oro, no habéis visto! “Aquí pasará”

¿Cómo no amar a un ángel como áquel? Perfecta hada era, su cuerpo de luz. Y cada palabra traía esa lumbre divina. Se ha de amar al ángel salvador, guía y esperanza en la noche. Y así se ha de sellar la fatalidad, siendo que ¿Ha de amarnos el ángel que nos salva?

Pero ¿Cómo se quedará el doliente en aquella prisión? Sin duda, su vida es camino: ni áun un ángel puede detener el sino mortal... Y ángel: ¿Qué haré cuando te marches para gracia de otra alma, o mi cruz me aparte de ti? ¿Afrontaré las sombras con sólo tu recuerdo para acariciar? Sabría cualquiera que haberte conocido basta para ello... Supera ese tesoro a todas las ilusiones del camino recorrido. Y perdonará el por recorrer...

“Aún así... ¡Que frágil soy! ¿Osaré responder por mi mañana? ¡Ayúdame, mi ángel!”

Se opacará la luz de la figura, la túnica se ve más clara, sin dejar pasar lo que antes iluminaba. “Mi camino no está completo” dice el ángel “Aún soy fría, e indigna, incluso de ti”

En verdad hay mal en el mundo si el ángel se considera indigno del penante. Pero así es.

Rompe la tempestad el muro. Se abren las piedras, cae la bóveda gótica, las claves son ahora adoquines. El ángel desliza en su oído las palabras de vida, y más allá no conozco aún la historia:

“Has de vivir, porque no mueres. ¿Qué tristeza te haría perder el rumbo? Acuérdate de que solo la pequeña decisión lo dirige, a todo el camino: pues aún cerca del final hay bifurcación: ¿veré o no la luz?”

Tal vez, aún cuando el ángel jamás lo ame, su unión será perpetua. No ha de olvidarse como ella lo salvó. Y ella ¿Lo sabrá? Quiza...

Sólo las luces fulguran en lo alto, y sólo las sombras yacen en el camino.