lunes, agosto 15, 2005

Poema XV

Sin temores marcho a la luz
Siempre que tu estés a mi lado
El dolor se ha acabado
el escape fue la cruz.

Su peso me ha purificado
del martirio de mis días
has venido a mi, aquí estás
dispuesta a ser mi alegría
a hacer brillar la armonía;
que la miseria y su agonía
encuentren en ti su final.

Tal como te he soñado, hermosa
tal como te he merecido, suave
me has tu a mi también reconocido
¡Me dejarás ser quien te acompañe!

miércoles, agosto 10, 2005

Poema XIIII - Esperanza

Brilla tu estrella verde en el poniente
último faro en la luz crepuscular
aún acabada la luz solar
sirves de guía y de vida al doliente.

Marcho en paz bajo tu luz
dulzura ardiente en mi corazón
fuerza de mi alma de viajero
alivianadora de mi cruz.

Me dices "Todo mal es pasajero"
¡Y por tu belleza, oh esperanza, yo te creo!

"Allí donde te guío, donde diriges tu barca
allí donde prometí en nuestra alianza
no habrá llantos, no habrá miedos,
nada que empañe la pureza de los cielos."
Y nada me muestra que seas verdadera
tus evidencias se vuelan en brisas ligeras.
Sin embargo a tu norte dirigo mi imán,
y la Osa no interesa a mis ojos.
Mi sextante apunta a tu estrella,
mis velas se inflan en tus vientos
Y siempre brillas ¡Oh estrella bella!
Siempre te veo alzarte a los lejos
Siempre te veo, cuando el sol se ha puesto.

Mar del argento

Caminando por la playa, miro el mar verde bajo espesos nubarrones. Me he sumergido en él hoy, y el frio me penetró hasta los huesos. No me importó. Invoqué el calor de las entrañas de la tierra, invoqué al sol en las alturas, y continué mi lucha fatal contra los elementos. Nadaba hacia adentro, procuraba enfrentar las olas bajo el viento y la lluvia que comenzaba. Mojado por arriba y por abajo, sólo era yo y el mar. Sólo él y yo. Verde y gris el croma, olas transparentes y gotas hirientes. El agua es transparente como el hielo, cristal en quiebres. La espuma es blanca y salada, vetas en las montañas. Todo se mueve y me sacude.

Sumerjo la cabeza, y miro el cielo con los ojos heridos por la sal. Veo las vetas de espuma y siento mis miembros sacudidos. Mis cabellos agitados. Me levanto y me duelen los oidos al viento frio. Ya no siento casi. Me he puesto rojo y blanco, morado incluso. Pero nado en un mar de esmeraldas.

Cae entonces un rayo que divide el firmamento. La sal de incinera en su trayecto, y arde en explosiones de luz blanca. Saltan chispas en las crestas de las olas, y el viento peina gotas encendidas. El trueno hace temblar el espacio, mientras la lanza ardiente se sumerje bajo las olas y se abre camino a las entrañas de la tierra. Alrededor del cráter de agua saltan olas enormes, y su onda es tan poderosa que destrozaría mi oido abajo del agua.

Sigo nadando y mi cuerpo se hace azul, se escama de frio y de sal. Batallo con el mar aún más embravecido. La ciudad a mis espaldas tiembla; sus rascacielos son devorados por el huracán.

Nado mar adentro, y voy venciendo las olas. No necesito flotar para respirar: sólo me asomo para ver la tempestad. Nada en el mundo altera mi soledad. Yo y el mar. ¡Quiébrese el mundo bajo los rayos divinos! La sal estalla más potente que todos los posibles fuegos de artificio. Los guerreros ondinos atacan la playa y alzan tormentas de arenas que ametrallan las casa y los acantilados. La limpieza antes de la invasión.